
La actividad ladrillera agoniza en el centro neuquino. La veintena de horneros que todavía quedan en pie en Covunco sobreviven a duras penas, entre la falta de trabajo, las inclemencias del tiempo y la competencia desleal. Salvo un milagro, muchos de ellos abandonarán la actividad a cuando finalice esta temporada y migrarán hacia otros horizontes.
Las causas de la crisis son varias pero todas confluyen en un mismo destino. “Así como están planteadas las cosas nuestro rubro va camino a desaparecer, los productores no podemos luchar contra la situación económica, las variables del tiempo y la incompetencia de nuestros gobernantes”, resumió Ramón Viviani, un hornero de toda la vida.
La familia Viviani es un icono de la producción ladrillera en la zona. El abuelo Gaetano hizo punta en los 40. Luego lo siguieron las nuevas generaciones hasta llegar a Ramón y sus hermanos, nietos de aquel pionero.
“Se hace todo muy difícil. Tenemos que luchar contra el tiempo porque las lluvias nos destruyen toda la producción. Después la venta está complicada y el gobierno municipal de Mariano Moreno brilla por su ausencia. El intendente Ramón Zúñiga no muestra el más mínimo interés en apoyarnos para salir de la crisis”, relató Ramón, a quien una tormenta hace dos años le llevó unos 40.000 ladrillos, todo un mazazo a su economía.
“La provincia le entregó 400.000 pesos a Zúñiga en aquel momento pero a nosotros solo nos llegaron 10 metros de cantoneras y un viaje de aserrín”, recordó.
Viviani cargó también contra las políticas asistenciales que dificultan encontrar mano de obra. “En Mariano Moreno muchos prefieren cobrar el subsidio y quedarse en la casa antes que venir a trabajar, así se hace imposible conseguir mano de obra”.
Las ventas, como en todos los ámbitos, se desplomaron y la posibilidad de subsistir se hace casi imposible.
“No hay forma de seguir adelante sino recibimos apoyo de la provincia, no queremos regalos sino créditos que podamos pagar con producción”, sostuvo.
En la actualidad los 1000 ladrillones se consiguen por 2800 pesos en Covunco. Esa cifra trepa a los 3500 pesos puestos en la obra en Zapala. Sin embargo, el ingreso de camiones que llegan desde el Alto Valle provocó una caída en los volúmenes de comercialización.
“Vienen camiones y se instalan a vender en cualquier lado sin control. El municipio de Zapala ni siquiera les cobra un mísero impuesto a pesar de que personalmente fui a pedir que se elimine esta distorsión”, afirmó Viviani.
Los problemas no son sólo por el tiempo, sino también por la crisis, la competencia “desleal” y la falta de apoyo de los funcionarios con políticas específicas.
“Se hace todo muy difícil. Tenemos que luchar contra el tiempo porque la lluvia destruye toda la producción. Y la venta, complicada”, dijo Ramón Viviani, un hornero de toda la vida de la zona de Covunco.
Fuente: diario RN.
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