
“Esa mujer que antes de sufrir muerte cerebral, en un momento de lucidez y amor al prójimo manifestó en su documento ser donante de órganos, me salvó la vida”, dice emocionada Silvana Bagolín, quien el 27 de marzo pasado y tras seis años de ser paciente dializada fue trasplantada de un riñón.
Esta mujer de 46 años, que vive en Zapala, fue una de las diez receptoras de un trasplante múltiple de órganos, una intervención hasta ahora inédita en la provincia de Neuquén (ver aparte). Así, esta donante le mejoró la calidad de vida a diez personas que estaban en lista de espera para recibir un trasplante.
Silvana cuenta a LM Neuquén que recibió el diagnóstico de su insuficiencia renal crónica a los 21 años, cuando estaba embarazada de su primer hijo. “A partir de entonces tuve que cuidarme en todo y privarme en las comidas que me gustaban. Después tuve un bajón psicológico hasta que el 19 de agosto de 2010 tuve que empezar a dializarme”, afirma.
Explica que esos seis años de diálisis, en los cuales una máquina va eliminando los desechos peligrosos del cuerpo, fueron “tremendos”. “Es un cambio de vida, no siempre salís en las mejores condiciones y obviamente los órganos se van deteriorando, uno va envejeciendo cada vez más. Además salís descompensado”, sostiene Silvana, que es empleada municipal. Sin embargo, asegura que la diálisis era “la única opción de vida que tenía”. “Esas cuatro horas enchufada a la máquina eran mi única opción de vida”, asegura.
Mientras se extendía el tratamiento y seguía conectada a la máquina, continuaba conviviendo con esa incertidumbre a la espera de la aparición de un donante para lograr el trasplante. Y finalmente ese día largamente deseado llegó: el lunes 27 de marzo la vida le daba una nueva oportunidad.
“Me llamó la doctora Beatriz Rizzo (a cargo de la Unidad de Transplante Renal) y me dijo que estaba tercera en un operativo de trasplante y que me tenía que presentar lo más rápido posible. Corté y empecé a gritar “¡estoy para el trasplante! ¡Estoy para el trasplante!”. Luego me hicieron los análisis de compatibilidad, que dieron bien, y entré al quirófano”, describe reviviendo aquel especial momento.
Hoy a Silvana nadie le puede quitar la sonrisa de la cara, a pesar de que atiende al cronista con un barbijo. “Es que todavía no tengo el alta definitiva”, aclara.
Confiesa que nunca perdió la fe y que día tras día soñaba con el llamado para ser trasplantada: “Por eso mi mensaje es a la sociedad para que realicen ese acto de mayor generosidad y amor que es donar los órganos, pensar en esa gran cantidad de chicos y adultos que esperan esa posibilidad de mejorar su calidad de vida”.
No pasa un día sin pensar en esa mujer que le brindó una esperanza de vida a ella y a otras nueve personas más. “Cuando me recupere me contactaré con sus familiares para expresarles personalmente mi agradecimiento eterno”, comenta. Mientras tanto, con sus dos nietos, Lautaro de 8 años y Francesca de 3, se imagina en San Martín de los Andes, lugar al que prometió llevarlos cuando pasara toda esta lucha a la que desafió y logró vencer.
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