
La innovadora propuesta del dúo chaqueño, que combina sonidos electrónicos y cantos nativos, generó una atmósfera especial en la sala a partir de una estética cuidada hasta el mínimo detalle y una cosmovisión que apunta al futuro, revalorizando el pasado.
Como ocurre en la leyenda del ave sagrada que da nombre a la banda, el público local se vio seducido por el despliegue vocal y corporal de Charo Bogarín y los paisajes sonoros creados por Diego Pérez.
En medio de ese ritual que se extendió por casi dos horas despertando todos los sentidos, piano, acordeón, bajo, guitarras, percusión, vientos andinos y bombo leguero se pusieron al servicio de un relato musical que vuelve a los orígenes y recorre nuestras raíces.
Además de la riqueza sonora que ofrece en cada show, Tonolec lleva en alto la bandera de las culturas aborígenes y su discurso cobra mucho mas valor cuando se observa que la ética y la estética van de la mano.
Asumiendo ese compromiso, el grupo bucea constantemente en la búsqueda de nuevas experiencias ancestrales que le aportan un valor agregado a su obra y marcan un camino a seguir dentro de las nuevas tendencias folclóricas de nuestro país.
Por qué rescato este rol en una crónica que debería hablar solo de música? Porque mientras algunos intérpretes de la realidad hablan de necesidades, y únicamente se acuerdan de las comunidades indígenas del norte cada vez que desean instalar el tema de la pobreza en los medios, otras miradas, como las de Tonolec, reivindican a los pueblos originarios a través del arte...,y entre tanta manipulación malintencionada, ese es un gesto digno de ser destacado.
Fuente: Prensa municipal.
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